Por Margarita Cedeño de Fernandez.-
DIARIO VISION.-El mundo le da la bienvenida a Cuba al siglo XXI, a la modernidad, la globalización, la comunicación e interdependencia; a la unión de mercados, sociedades y culturas, y a las reglas que rigen el mundo como lo conocemos la mayoría.
El pueblo hermano de Cuba, al cual nos unen tantos lazos históricos de amistad, inicia una nueva etapa, en la cual pone fin a un capítulo funesto en la historia de la “Patria Grande” de Bolívar, limpiando una mancha que por tantos años hemos considero inaceptable en el mundo hispanoamericano.
Decía José Martí, el apóstol de la independencia cubana, que “la patria es dicha, dolor y cielo de todos y no feudo ni capellanía de nadie”, y en el caso de un país que ha inspirado a tantas generaciones, no podemos más que sentir el regocijo mismo que se siente en las calles de La Habana y las demás ciudades cubanas, por el cambio positivo que ha traído consigo esta primavera.
El aterrizaje del “Air Force One” en el Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana, sella el triunfo de la razón sobre el orgullo, y da inicio al proceso de transformación más optimista que país alguno ha vivido desde la caída del Muro de Berlín.
Las expectativas son, evidentemente, muy positivas. Las esperanzas, muy reales; los resultados, cada vez más cercanos.
Las cifras relacionadas al desarrollo económico para Cuba se han triplicado, pasando de un promedio de 2% en los últimos 5 años, a una expectativa de crecimiento de 6% para el período 2016-2020, debido al aumento en el flujo de bienes y servicios, y un “boom” en las inversiones extranjeras, que se calcula en alrededor de un 20% más en esta primera etapa.
Está claro que estas cifras aumentarán en la medida en que Cuba modernice sus infraestructuras e integre en otras condiciones, el capital humano y social que ha venido construyendo durante tantos años
Sin dudas, ha operado, por igual, una transición en el pensamiento cubano, que transita cada vez más hacia el pragmatismo político, que se resume en unas declaraciones recientes de Raúl Castro, que ha dicho “donde haya un problema hay que enfrentársele, sin dejar terreno al derrotismo”.
Sin embargo, la visita de Obama a la tierra del son y la guaracha, no se ha hecho acompañar de la tan importante decisión de levantar el embargo comercial vigente desde noviembre del 1960. Es una pena que el Partido Republicano insiste en abusar de las necesidades del pueblo cubano como arma electoral, alimentando las posiciones radicales de quienes se oponen a este cambio en las relaciones de Estados Unidos y Cuba.
La nueva Cuba jugará un papel distinto en el escenario mundial. Una vez se logre el fin del embargo, que no cabe dudas que tiene sus días contados, la diplomacia cubana tendrá nuevos retos, especialmente para propiciar mayor colaboración técnica que permita actualizar en poco tiempo las estructuras cubanas para la producción, con un enfoque hacia la exportación.
Cuando en el 2014 se anunció el inicio de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, en su discurso, Obama afirmó que “el cambio es duro, en nuestras propias vidas y en las vidas de las naciones. Y el cambio es aún más duro cuando llevamos el peso de la historia en nuestros hombros”. Por su parte, Raúl Castro decía “como hemos repetido, debemos aprender el arte de convivir, de forma civilizada, con nuestras diferencias.”
Que sean esas dos frases las que guíen este nuevo período: la disposición al cambio y el deseo de convivir, en un planeta cada vez más plano.
Que sea el apóstol de Cuba quién guíe a ese extraordinario país en este nuevo sendero, con esta frase que resume el espíritu revolucionario cubano: “pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: ‘Con todos y para el bien de todos’”.